El primer terremoto de Caracas

 

El primer sismo importante registrado históricamente en la ciudad de Caracas, ocurrió entre las 8 y las 9 de la mañana del 11 de junio de 1641, día de San Bernabé. Este terremoto sacudió una ciudad paupérrima, construida en barro y madera, pero además, desprevenida, ya que los habitantes de Caracas nunca habían experimentado un sismo destructor: si en pleno siglo XXI, los terremotos son uno de los fenómenos naturales más aterradores, solo imaginen el miedo que provocaban por allá, en los años 1600. Por otra parte, el clima político de la ciudad estaba enrarecido por la violenta pugna entre el gobernador Ruy Díaz de Fuenmayor y el obispo Mauro de Tovar. Este último había llegado a Caracas en diciembre de 1640 así que para el momento en que ocurrió el sismo, fray Mauro había pasado seis meses despachándose a su gusto contra el gobernador y los vecinos, señalándolos como pecadores incorregibles que más temprano que tarde atraerían la ira de Dios.

Sin embargo, los factores determinantes en la devastación producida por el terremoto, fueron la precariedad económica y constructiva. Según las observaciones del obispo Mauro de Tovar, el sismo ocasionó destrozos miserabilísimos en Caracas y La Guaira, dejó un saldo fatal de 54 muertos en la primera y 30 en la segunda, además de sembrar el pánico en ambas poblaciones. Los hitos urbanos de Caracas; es decir, aquellos edificios que representaban el poder de la corona y de la iglesia que eran asiento tanto de la educación como de la cultura colonial fueron destruidos o sufrieron daños severos. Otro tanto ocurrió con buena parte de las viviendas de piedra, tapia y rafa que quedaron, en su mayoría, inhabitables. En el plano que se presenta a continuación (Leal Guzmán, 2018) se puede apreciar la distribución espacial de los daños sobre la trama urbana de Caracas. 

 


Al norte, destaca la destrucción del Hospicio de los Mercedarios, en la actual esquina de Amadores en La Pastora. En los alrededores de la plaza mayor se observa la concentración de edificios destruidos como la iglesia de San Mauricio, el Seminario y las Casas Reales o, severamente dañados como la catedral, el convento de las monjas concepciones y la iglesia y el convento de San Francisco. La catedral se agrietó en diferentes partes y cayeron la Capilla Mayor y el campanario. La iglesia de las monjas concepciones quedó muy deteriorada, sufriendo desplomo de los muros y colapso del coro. La iglesia de San Francisco quedó prácticamente destruida, en tanto que la parte alta del convento colapsó quedando el resto del edificio muy deteriorado con grietas y desplomos. El edificio que menos sufrió, en el casco central, fue el convento de San Jacinto, cuya estructura quedó en pie. Hacia el sur, se aprecia el colapso del Hospital Real de San Pablo, construido en 1604.

 

Respecto a La Guaira, El gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor relata, sin mayores detalles, que en esta ciudad no quedó en pie ni casa ni iglesia alguna; la fortaleza del puerto de La Guaira, una endeble estructura con muros de tierra, resultó asolada. Cabe destacar La Guaira tuvo un papel significativo en el sistema defensivo del Caribe, así que resulta comprensible que la primera preocupación del gobernador fuese la reedificación de dicha fortaleza; sin embargo, los costos fueron altos que las reparaciones no culminaron hasta diciembre de 1647.

La reconstrucción de Caracas tras el terremoto de 1641 fue un proceso arduo que duró varias décadas. A problemas como el nivel de los daños, la pobreza generalizada, la escasez de materiales de construcción, la falta de mano de obra, las plagas, las epidemias y el asedio de los auténticos piratas del Caribe, hay que añadir las maniobras de fray Mauro quien se dedicó a estorbar las precarias labores de reconstrucción saqueando y quemando la nueva capilla que habían levantado los padres mercedarios o apropiándose de los fondos destinados a reparar la catedral. ¡Ah! pero luego se desmadraba en el púlpito acusando a los caraqueños de ser pecaminosos e impíos ¡Vaya, vaya con el obispo!

Debido a la ruina, el gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor propuso mudar la ciudad hacia la sabana de Chacao a fin de protegerla de futuros terremotos. Naturalmente, fray Mauro se opuso ¡cosa rara! argumentando que no había mudanza que protegiese a Caracas de los sismos, en primer lugar, porque estos fenómenos eran causados por la ira de Dios -que sin duda, era lo bastante larga para alcanzarlos donde quiera que fuesen-, y luego, es que no había gente más merecedora de un castigo divino que los caraqueños que ni sabían ni querían comportarse piadosamente.

Finalmente, la mudanza fue prohibida por real cédula del 15 de noviembre de 1642. En consecuencia, Caracas, a diferencia de otras ciudades sísmicas, a pesar de la perversidad de sus habitantes y del sistema de fallas de San Sebastián, persistió en su emplazamiento original donde enfrentó unos 700 sismos sentidos y resistió el impacto de otros cuatros terremotos destructores de los cuales hablaremos en otra ocasión.  

 

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